El encanto indomable de la Monstera Deliciosa y su camino hacia la luz

En Chile muchos la conocen como “filodendro”, aunque en realidad no lo es. Esta confusión nació hace varias décadas, cuando las plantas tropicales comenzaron a popularizarse como decoración en casas y oficinas. Durante los años 70 y 80, los viveros solían agrupar distintas especies de hojas grandes bajo un mismo nombre más fácil de recordar. Así, la Monstera deliciosa fue bautizada popularmente como “filodendro” y el término quedó instalado en la memoria colectiva.

Con el paso del tiempo, esta especie dejó de ser solo una curiosidad exótica para transformarse en un clásico. Hoy es difícil imaginar una colección de plantas de interior sin la inconfundible presencia de la Monstera, con sus hojas verdes y brillantes, perforadas de manera natural, que parecen casi una obra de arte botánica.

Más que decoración una trepadora de espíritu salvaje

La Monstera deliciosa no solo adorna, también sorprende por su carácter. Lo que muchos desconocen es que se trata de una planta trepadora. En su hábitat original —las selvas tropicales de México y Centroamérica— crece en el sotobosque, extendiendo largas raíces aéreas que se aferran a los troncos de los árboles para escalar en busca de luz.

Ese mismo instinto permanece incluso cuando vive en interiores. Si la dejas crecer sin apoyo, sus tallos se arquean en distintas direcciones, como si intentara sostenerse en el aire. Pero cuando le das un tutor de musgo, bambú o madera, la planta lo reconoce como su “árbol” y comienza a trepar con firmeza. El resultado es espectacular: hojas más grandes, tallos vigorosos y una presencia que transforma el espacio en una pequeña selva.

Consejos para cuidarla y verla crecer con fuerza

Aunque tiene fama de ser una planta resistente, la Monstera deliciosa agradece ciertos cuidados:

• Luz: Prefiere la luz brillante e indirecta. Un rincón cerca de una ventana orientada al este u oeste es ideal. Si recibe sol directo en exceso, sus hojas pueden quemarse.
• Riego: Suelo húmedo pero nunca encharcado. Antes de regar, toca la tierra: si la capa superior está seca, es momento de darle agua. Un buen drenaje es fundamental para evitar pudriciones.
• Humedad: Viniendo de la selva, disfruta la humedad ambiental. Pulverizar sus hojas o tener un humidificador cerca ayuda a recrear su ambiente natural.
• Limpieza: Sus hojas grandes suelen llenarse de polvo. Pasarles un paño húmedo no solo realza su brillo, también mejora su capacidad de respirar.
• Tutor: Es su mejor aliado. Más que un accesorio estético, es la forma de invitar a la Monstera a mostrar todo su potencial trepador.

Un ícono que vuelve a estar de moda

La Monstera vivió un auge en las casas chilenas de los años 70, cuando se buscaba un aire tropical y moderno en la decoración. Luego pasó por un periodo de olvido, desplazada por especies más compactas. Pero en la última década, gracias a las redes sociales y al interés creciente por el interiorismo, volvió con fuerza y se convirtió en símbolo de sofisticación y frescura. Basta mirar revistas de diseño o feeds de Instagram para notar cómo sus hojas se han transformado en un verdadero ícono visual.

Más allá de las modas, la fascinación por esta planta parece tener raíces más profundas. Su capacidad de trepar, de buscar siempre un camino hacia la luz, nos recuerda a la resiliencia misma de la naturaleza. No importa el rincón donde la pongas, la Monstera encontrará la manera de crecer, adaptarse y hacerse notar.

El mensaje oculto de la Monstera

Cuidar una Monstera deliciosa es más que un ejercicio de jardinería. Es convivir con un ser vivo que refleja la fuerza de lo salvaje dentro de casa. Sus raíces aéreas que buscan apoyo, sus hojas que se abren con nuevos cortes a medida que madura, su insistencia en crecer hacia arriba, son recordatorios de que la vida siempre encuentra un camino.

Quizás por eso la Monstera no solo se volvió popular, sino también entrañable. Porque más allá de su belleza, tiene algo de espejo: nos muestra lo importante de extender raíces, apoyarnos en algo firme y nunca dejar de buscar la luz.